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El País
Aplausos, abucheos y desconcierto en la presentación de 'Passion', la última película del realizador estadounidense
Descubrir ahora los méritos de Brian de Palma (Nueva Jersey, 1940) sería un sacrilegio para cualquier cinéfilo. El aclamado director de El precio del poder, Vestida para matar, Impacto, El fantasma del paraíso, Atrapado por su pasado y Los intocables de Eliot Ness ha sido un tótem del cine desde que pasó de la radicalidad de su etapa neoyorquina a los sets de los grandes estudios hollywoodienses.
De Palma fue además capaz de crear un sello propio donde el voyeurismo, el sexo, la duplicidad y el onirismo se fusionaban hasta crear una obra que bebía -sobre todo- de las enseñanzas del maestro Alfred Hitchcock. El sesgo comercial de sus películas y el interés de la crítica por su personalidad fílmica, su inteligencia narrativa, su uso de la cámara (más un mirón que un cómplice) y de diversos recursos cinematográficos como la pantalla partida junto con lo -desaforadamente- turbio de sus atmósferas le convirtieron en un referente visual que apasionaba a los amantes de cine de género.
Pero además, De Palma fue capaz de moverse a ambos lados de la industria, ya fuera en los circuitos del arte y ensayo o en el de las majors de turno, y de esa combinación nació un tipo valiente, capaz de meterle mano a un filme como El fantasma del paraíso o de adaptar un libro como Carrie.
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Robert Redford se pierde
El País
Foto Reuters |
"Lo que veo en Venecia es comparable al eccehomo"
Robert Redford, además de ser un espléndido actor que llenaba la pantalla y de poseer el encanto y los atributos de las verdaderas estrellas, no se resignó a disfrutar de los privilegios que le otorgaba esa condición sino que aspiró a ampliar su universo convirtiéndose en el mecenas del cine independiente estadounidense y dirigiendo sus propias películas.
Lo ha hecho frecuentemente desde que en 1980 realizara Gente corriente, que triunfó comercialmente y logró un montón de oscars. Pero así como el Redford actor siempre estuvo inspirado, el Redford que cuenta historias con la cámara y que pretenden ser complejas, profundas, críticas o líricas nunca ha conseguido a mi juicio una película redonda. Los planteamientos de estas acostumbran a estar por encima de su desarrollo, es un eterno quiero y no puedo. En The company you keep no solo ha buscado un reparto de lujo, integrado por excelentes actores y actrices a punto de entrar en la tercera edad, como Julie Christie, Susan Sarandon, Nick Nolte, Richard Jenkins, Brendan Gleeson, Stanley Tucci y Chris Cooper, sino que confiando en su ancestral imán para la taquilla, o porque estaba convencido de que era el actor más adecuado para dar vida a ese personaje, la protagoniza él.
Y es un error importante. Redford, que tiene 76 años y debe llevarse muy mal con su vejez, ya que su rostro denota las barbaridades que ha cometido en él la cirugía estética que ha privado de expresividad a un actor que la poseía a raudales, interpreta a un viudo que tiene una hija de 10 años, hace footing con actitud pretendidamente juvenil, perteneció en su juventud a un grupo de activistas radicales que trataron de dinamitar el sistema recurriendo a los atracos a bancos, matando a un policía, amenazando seriamente al Estado. Nos cuentan que eso ocurrió 30 años antes. Pero si hago inevitables cuentas resulta que el subversivo juvenil del que me hablan y al que encarna Redford tenía entonces 46 años.
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